Cuando nos disponemos a invertir un capital del que disponemos hemos de tomar varias decisiones, por ejemplo, las relativas a qué activo o valor hemos de escoger, qué plazos estamos dispuestos a aceptar para ver nuestro beneficio, pero también hay que tomar una decisión en cuanto a dos factores sensibles: el riesgo de la inversión y la rentabilidad.
Un viejo apotegma del mundo de los negocios dice que no existe inversión sin riesgo, aunque algunos productos financieros de inversión tienen más riesgo que otros.
En el mundo de los inversores uno de los criterios decisivos que intervienen a la hora de elegir en qué invertir en un determinado momento, lo que permite diferenciar una alternativa de inversión de otra, es el nivel de riesgo que supone cada una de ellas.
Si entendemos como rentabilidad la capacidad de generar rendimientos de un valor, título, activo financiero o inversión, podemos ver que la contracara del mismo, la incertidumbre sobre la consecución de los mismos es el llamado riesgo financiero.
Por ejemplo, un plazo fijo, en la generalidad de las ocasiones, no presenta riesgos mayores; salvo que el banco quiebre o colapse en sistema económico nacional del que forme parte, tendremos el dinero esperado en el plazo convenido. Pero eso muchas veces no es una auténtica inversión, pues un plazo fijo bancario siempre ofrece un interés menor que el de la inflación del país, por lo que no obtendremos con ello en realidad beneficio.
Si queremos obtener con éxito una rentabilidad mayor que la inflación, que nuestro capital invertido nos permita llegar a una posición en la que tendremos más capital, entonces hay que asumir riesgos, y ello implica que cuanto más podremos ganar, más será la incertidumbre de llegar a ese posible beneficio, mayor será el riesgo financiero que estaremos corriendo o asumiendo.
En realidad, todo rendimiento de una inversión entraña incertidumbre o riesgo, porque son a futuros.
No hay recetas generales para asumir un riesgo, aunque sí es importante saber que está directamente relacionado con el beneficio de lo invertido, de manera que la única razón para elegir una inversión con riesgo ante una alternativa de ahorro sin riesgo es la posibilidad de obtener de ella una rentabilidad mayor.
Algunos criterios, sin embargo, son que cuando las condiciones de riesgo son más o menos equivalentes se debe elegir la inversión con mayor rentabilidad, y recíprocamente si hay iguales condiciones de rentabilidad, se debe optar por la inversión con menos riesgo.
Cuanto mayor el riesgo de una inversión, mayor tendrá que ser su rentabilidad potencial para que sea atractiva a los inversores. Cada inversor tiene que decidir el nivel de riesgo que está dispuesto a asumir en busca de rentabilidades mayores.
En el mundo de las finanzas los productos y las estrategias de inversión se suelen clasificar como conservadores, moderados y agresivos, según el nivel de riesgo que impliquen asumir, y por lo tanto según la rentabilidad potencial buscada.
En suma: si usted no es experto inversor, debe ceñirse a criterios de templanza y moderación, y lo mismo si lo que invierte es su único capital o está en una situación de crisis de finanzas personales. En esas situaciones hay que actuar con cabeza fría y paso firme, aunque haya que esperar para ver frutos. Sin embargo, si usted quiere tener dinero o despegar financieramente hablando, digamos obtener beneficios interesantes, debe arriesgar en algún momento. En caso contrario, tal vez le convenga no invertir y ser empleado, por ejemplo, y tener una buena política de ahorro y gastos en sus finanzas personales.